Y.U.R.G.S. -P.11-
La tensión seguía latente entre ambos amigos. Tras la escena que habían montado, volvieron a su montura y sin mediar palabra con ninguno de sus soldados, se dirigieron hacia la muralla que aún les quedaba algo lejos. Todo el mundo estaba bajo un extraño silencio que incomodaba, pero ninguno se armaba de valor para romperlo, temiendo la ira de cualquiera de los dos príncipes. Estos no cruzaban la mirada para nada, Asch mantenía la vista fija en los dibujos de los mangos de sus pistolas, y Glaiss al frente, apretando con fuerza las riendas del caballo.
Las grandes murallas se alzaban ante ellos, estaban construidas en una piedra clara y bien pulida. Los enanos eran grandes constructores y se tomaban muy en serio sus habilidades, por eso, sus murallas eran las más resistentes, aunque ahora, eso no les servía para parar al enemigo que se cernía sobre ellos. Los príncipes y sus soldados bajaron del caballo. Un arquero junto con el único soldado vivo de Asch, se acercaron hasta los matorrales y los apartaron, dejando ver una pequeña abertura cerrada por gruesos barrotes. Allí se encontraba un refugio construido en caso de guerra, desde dentro podías activar una palanca para levantar los barrotes, pero en este caso, debían ingeniárselas de otra manera.
Con ayuda de unos cuantos soldados más, cavaron un pequeño hoyo junto a la rendija, ataron una cuerda a ella y en el otro extremo a un caballo quien tiró y tiró hasta que el metal cedió, abriendo un hueco lo suficientemente grande para que pasaran.
Las grandes murallas se alzaban ante ellos, estaban construidas en una piedra clara y bien pulida. Los enanos eran grandes constructores y se tomaban muy en serio sus habilidades, por eso, sus murallas eran las más resistentes, aunque ahora, eso no les servía para parar al enemigo que se cernía sobre ellos. Los príncipes y sus soldados bajaron del caballo. Un arquero junto con el único soldado vivo de Asch, se acercaron hasta los matorrales y los apartaron, dejando ver una pequeña abertura cerrada por gruesos barrotes. Allí se encontraba un refugio construido en caso de guerra, desde dentro podías activar una palanca para levantar los barrotes, pero en este caso, debían ingeniárselas de otra manera.
Con ayuda de unos cuantos soldados más, cavaron un pequeño hoyo junto a la rendija, ataron una cuerda a ella y en el otro extremo a un caballo quien tiró y tiró hasta que el metal cedió, abriendo un hueco lo suficientemente grande para que pasaran.